Un aspecto muy preocupante de las manifestaciones contra el antisemitismo y/o a favor de Israel en Francia, Reino Unido y Alemania es la baja participación de los jóvenes. Algunos observadores sugieren una edad promedio de unos 50 años entre los participantes.
Cuando llegué a Francia, a finales de los años 80, se hablaba mucho del establecimiento sistemático de esta enseñanza.
Estaba en contra del establecimiento de esta enseñanza porque la consideraba contraproducente, pues temía que, aunque pudiera generar más simpatía hacia los judíos, lo haría a costas de presentar a los judíos como vulnerables y fáciles de perseguir.
Lamentablemente, creo que tuve razón, y que los acontecimientos ocurridos desde la tragedia iniciada el 7 de octubre así lo confirman.
Nunca desde 1945 los enemigos habían atacado a los judíos y sus propiedades con tanta desenvoltura, como es el caso ahora, donde todas las instituciones, guarderías, jardines de infancia, escuelas de todos los niveles, sinagogas, museos, monumentos y cementerios judíos solo pueden funcionar bajo la estrecha protección de las fuerzas del orden. Esto sin mencionar a los individuos que tienen que prescindir de esta protección y que a menudo están expuestas a todo tipo de acoso antijudío.
En la manifestación parisina del 25 de noviembre contra la violencia contra las mujeres, las feministas ‘interseccionales’, de las cuales algunas blandían banderas palestinas, estaban lanzadas para atacar físicamente a las 200 mujeres judías que querían unirse a la procesión para protestar contra las atroces violaciones cometidas por Hamás durante la masacre del 7 de octubre. La policía tuvo que interponerse para separar las mujeres judías para protegerlas de las amenazas de agresión.
Lo que me llama la atención es la propensión a atacar que tenían estas feministas amargadas, como si estuvieran seguras de que con poco riesgo y esfuerzo podrían volver añicos a las mujeres judías.
¿De dónde les viene esta seguridad? ¿Dónde aprendieron que los judíos podían ser aplastados como cucarachas? ¿Quién les metió esta idea en la cabeza?
Mi respuesta es el sistema de educación, más precisamente la enseñanza de la historia de la Shoah.
Porque, disculpen el lugar común, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Las buenas intenciones de comprensión, tolerancia y empatía que inspiran esta enseñanza le abren paso a la noción infernal de que los judíos son vulnerables y fáciles de atacar.
En cualquier caso, la gran mayoría de los manifestantes antijudíos, que son millennials y generación Z, han recibido esta enseñanza y eso no los ha vuelto menos antisemitas.
Si la intención de enseñar la historia de la Shoah es disminuir el antisemitismo y si después de 30 años de aplicación de esta enseñanza tenemos derecho a hacer un balance, debemos constatar que el antisemitismo no solo ha aumentado sino que además esta enseñanza tiene efectos perversos porque promueve ataques antisemitas en la medida en que transmite la idea de que los judíos son una presa fácil.
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